EL COMERCIO 19/06/2022
La ‘música’ del discurso de Saint-Gobain en el ajuste de Avilés tiene el mismo estribillo ya conocido de Alcoa.
A las seis de la mañana de hoy domingo habrá comenzado la huelga que por espacio de veinte días han aprobado los trabajadores de la planta de Saint-Gobain de Avilés. La plantilla mantendrá ese paro hasta el próximo ocho de julio, con la intención de revertir la decisión anunciada por la multinacional de reajustar las plantillas de Sekurit en Avilés (42 trabajadores menos) y en Arbós, Tarragona (60).
Se trata de una decisión empresarial que trata de minimizar como sea el impacto que la crisis económica actual, generada por la pandemia sanitaria y más tarde por la invasión rusa de Ucrania, ha provocado en el mundo del automóvil y por lo tanto en el de proveedores de parabrisas, como es el caso. El negocio de la otra división, el de Glass o construcción, no solo no ofrece ninguna duda respecto a su viabilidad, sino que vive un momento dulce como consecuencia del auge del sector de la vivienda, renovación y oficinas.
El anuncio de Saint-Gobain supone una ruptura extraordinaria en una empresa con setenta años de historia en Avilés. Se puede afirmar que ninguna compañía ha conseguido el sentido de pertenencia de sus trabajadores como lo ha hecho aquí la antigua Cristalería Española, que a día de hoy sigue escribiendo una página importante del desarrollo económico y social de la ciudad a través de su ‘barrio particular’, el de Jardín de Cantos.
Por otro lado, la decisión de Saint-Gobain tampoco es que haya cogido por sorpresa en esta comarca y en esta región. Mientras los directivos de la multinacional francesa se reunían con los responsables políticos locales y regionales y hablaban de avances y de futuro –y esos políticos se mostraban encantados–, este periódico hace años que lleva alertando sobre los riesgos de una ‘deslocalización silenciosa’, esa que se va fraguando poco a poco basándose en desnaturalizar y vaciar de contenido la propia actividad, reduciéndola a favor de otros emplazamientos, olvidándose de la diversificación y esperar simplemente, como ha sucedido ahora, a que haya una buena disculpa para tomar una medida tan drástica como ésta.
Nos sabemos el estribillo de esa canción de memoria: solo hace falta recordar el fiasco de la huida de Alcoa, un ejemplo de libro de la rapiña empresarial, aunque ahora vayan a exhibir el casi seguro archivo judicial en su participación en el ‘caso Alu Ibérica’, tras un ‘acuerdo’ con la plantilla. Leer simplemente el documento presentado en el juzgado causa sonrojo y vergüenza ajena.
Saint-Gobain transita ahora por una senda parecida. Desde la empresa vidriera más importante de España, abierta en Avilés a principios de los años cincuenta, empezó cerrando el CIDA, uno de los trece centros de I+D+i que la compañía tenía repartidos por el mundo, que había dado resultados muy importantes. Es cierto que hizo una apuesta de futuro con el nuevo horno –con ayudas oficiales extraordinarias, no conviene olvidarlo– y que también afrontó la robotización de sus líneas, dentro de una política general de modernización que nadie pone en duda . Pero de poco sirve eso si de buenas a primeras empieza a caer la producción de parabrisas para dar ventaja a otras plantas europeas e incluso verse perjudicada con la apuesta hecha en Marruecos.
Todas ellas son decisiones empresariales. Aquí no ha habido una falta de mano de obra cualificada, al revés, en el aspecto técnico esta es una plantilla modélica; territorialmente no se le ha planteado ningún problema y cuando ha necesitado ayuda, se le ha concedido, como cuando en 2008 el horno sufrió un incendio que obligó a realizar un esfuerzo inversor de 35 millones de euros para su reposición y las administraciones no dudaron en su auxilio. Figurará en sus cuentas.
El anuncio de reajuste de las líneas de Sekurit en España se sustenta en el estado actual de parálisis del mundo del automóvil, una situación coyuntural, pero con previsiones claras de fuertes crecimientos en el plazo de 2022-2029, seguramente con nuevos nichos de mercado, como el de parabrisas con calefacción o su digitalización total. Que vean el preacuerdo de convenio en Seat de esta misma semana, simplemente en base a la transformación para el vehículo eléctrico.
La multinacional francesa es además un grupo en constante evolución, sin problemas para seguir avanzando en procesos de descarbonización, tras haber conseguido la primera producción del mundo de vidrio plano con cero huella de carbono en su planta de Aniche (Francia); el anuncio de inversiones en Chile (35 millones de dólares), en Norteamérica (71 millones), en Japón…
Y tampoco puede aducir, ni siquiera sus accionistas más exigentes, que el negocio global vaya mal. El Grupo Saint-Gobain tuvo unas ventas en 2021 de 44.160 millones de euros, frente a los 38.128 del ejercicio anterior; su beneficio neto fue de 2.521 millones (456 en 2020); y el beneficio básico por acción fue de 4,79 euros (0,85 céntimos en 2020).
Ahora, en Avilés, pretende desdibujar completamente su división de Sekurit, mientras que en Glass gana en producción y en dinero porque la construcción vuelve a vivir tiempos de expansión. La advertencia de sus directivos ante los comités de empresa de que la decisión sobre el horno de Glass de Avilés –de aquí a tres años como máximo–, puede correr peligro si se llevan a cabo movilizaciones para oponerse el recorte de plantillas en Sekurit, suena a lo que cada lector quiera interpretar.
Lo peor de esta situación, como otras, es llegar al final a la conclusión de que la globalización que iba a cambiar el mundo para mejor, se está quedando en la constatación de que los conglomerados empresariales son los únicos vencedores en una sociedad con más pobreza, más precariedad, y una clase política que cada vez tiene menos influencia en las decisiones de los nuevos amos del mundo. «O lo aceptas, o lo pagas». Tremendo.
Publicado en La Voz de Avilés-El Comercio el 19 de junio de 2022