June 05, 2022
La Nueva España
El anunciado cierre de Danone en Salas y el aviso de despidos de Saint Gobain en Avilés se producen tras la entrada de inversores beligerantes
La multinacional francesa de alimentación Danone anunció el 6 de mayo el cese de la actividad productiva en su factoría láctea de Salas, con 79 empleos, y la compañía gala del vidrio Saint Gobain comunicó este jueves un expediente de regulación de empleo (ERE) en su división de parabrisas en España (proveedora de la industria del automóvil) que supondrá 40 despidos en su planta de Avilés y 60 en la de Arbós.
Antes, en 2015, la multinacional química estadounidense Du Pont, con un complejo fabril y de servicios en Tamón, pactó una fusión con su competidor norteamericano Dow Chemical para desgajar el grupo resultante en tres compañías independientes, lo que se consumó entre 2017 y 2019 con la división del emplazamiento asturiano. Y en 2020 el grupo industrial alemán Thyssenkrupp vendió por 17.200 millones su negocio de ascensores, pasillos rodantes, escaleras mecánicas y pasarelas aeroportuarias, con dos factorías en Mieres y un centro de innovación en Gijón.
Estas operaciones tienen un denominador común: las cuatro compañías fueron objeto en las semanas y meses previos a tales decisiones de la beligerancia de fondos activistas que habían tomado posiciones en su capital y demandaban cambios en la gestión, una reorientación estratégica y el replanteamiento de los negocios para mejorar resultados, optimizar la cotización bursátil y generar mayores eficiencias.
No son los únicos casos en los que los fondos de cobertura activistas agitaron compañías con implantación en Asturias. En los últimos años también conocieron las prácticas de estos inversores tipificados en ocasiones como “feroces” la multinacional británica del transporte de viajeros National Express, dueña de la asturiana Alsa; la energética portuguesa EDP, sucesora en España de la antigua compañía asturiana Hidroeléctrica de Cantábrico; la multinacional suiza de alimentación Nestlé, con factorías en Sevares y Gijón, y la compañía química alemana Bayer, titular de una fábrica en Lada.
Los llamados “agitadores” son grupos que operan por lo común como fondos de alto riesgo, encabezados por magnates que ejercen un liderazgo personal al frente de estos vehículos y que aglutinan cuantiosos recursos propios y de otros inversores con la promesa de generar rendimientos elevados. Los activistas toman posiciones accionariales en compañías en las que detectan rendimientos y cotizaciones bursátiles inferiores a su potencial, reclaman puestos en sus consejos de administración y ejercen presión sobre sus equipos directivos para cambiar las estrategias con el fin de forzar su revalorización en Bolsa y mejorar el retorno a los accionistas.
Estas estrategias pueden conllevar reestructuraciones, troceamiento de las compañías, ajustes de costes, recortes de plantilla, cierre de plantas, venta de activos o clausura de negocios considerados débiles, adquisiciones de empresas y fusiones con otros grupos. La finalidad es maximizar beneficios, lograr una mayor valoración de sus participaciones y posibilitar su venta con plusvalías.
Se les reprocha que son cortoplacistas y que carecen de una visión a largo plazo porque su paso por las sociedades suele ser pasajero: desinvierten una vez consolidadas las ganancias buscadas, por lo que, en el afán de generar retornos inmediatos, pueden lastrar el futuro recortando inversiones en innovación, investigación y desarrollo o frustrar negocios que precisen de una apuesta sostenida. En pleno pulso con Du Pont en 2015, el fondo estadounidense Trian Fundt, liderado por el millonario Nelson Peltz, reivindicó la función de los activistas porque disponen de los equipos de especialistas y los recursos –argumentó– para analizar durante meses las debilidades y fortalezas de las empresas antes de tomar posiciones en ellas y plantear remedios, lo que –en su opinión– no está al alcance, –sobre todo en los grandes conglomerados, por su propia complejidad– de los consejeros independientes (aquellos que han de defender los derechos de los accionistas minoritarios), lo que les hace rehenes –sostuvo– de la alta dirección al existir una gran asimetría de información entre los gestores y el consejo de administración.
El poder creciente de los consejeros delegados y ejecutivos frente a un capital cada vez más atomizado en las grandes corporaciones es la baza que esgrimen los inversores beligerantes para legitimar su función y defender su implicación en la gestión.
Uno de los más relevantes, Carl Icahn, que se hizo famoso cuando atacó en 1988 a la petrolera Texaco –que terminó en poder de su rival Chevron–, se refirió a la “tiranía” de los directivos.
Además de incidir en el cortoplacismo de sus objetivos, las grandes críticas a estos inversores se concentran en su talante en muchos casos especulativo por su afán de generar riquezas rápidas, su enorme avidez, su naturaleza y perspectiva fundamentalmente financieras, y en que su planteamiento es tributario del gran mandato que definiera el economista Milton Friedman en 1970 para las empresas, según el cual su “función social” es generar beneficios para los accionistas, frente a la tesis –ahora muy en boga, y planteada en 1984 por Robert Edward Freeman– que reclama para las sociedades mercantiles el imperativo de dar satisfacción a todos sus grupos de interés, entre los que figuran no sólo los dueños de la sociedad sino también los trabajadores, los proveedores, las comunidades locales, las administraciones públicas y otras partes interesadas.
Danone
En Danone, y tras hacerse con una participación minoritaria de la compañía a fines de 2020, el fondo británico Bluebell Capital Partners planteó una ofensiva contestataria en enero de 2021 contra el entonces presidente y consejero delegado, Emmanuel Faber, en disconformidad con el comportamiento del valor en Bolsa. A esta posición crítica se sumó el fondo estadounidense Artisan Partners y poco después su compatriota Causeway Capital Management. La presión –que Faber calificó de “intolerable”– fue creciente aun después de que Danone anunciara una reorganización de sus marcas para prescindir de las menos relevantes, el otorgamiento de mayor autonomía a las filiales de cada país y un plan de ajuste de empleo para reducir costes.
La tensión se llevó por delante a Faber, destituido en marzo de 2021, que había hecho bandera de que la obtención de beneficios económicos no es el único ni el supremo objetivo de la gestión empresarial. A su juicio, la búsqueda de la rentabilidad debía aunarse con “los valores sociales”, como “la defensa del medio ambiente y de la agricultura y la ganadería locales”, compromisos por lo que, en su opinión, “los nuevos consumidores están dispuestos a pagar”.
En abril de 2021 se puso en marcha el recorte previsto de empleo (1.850 personas, de ellas 160 en España y Portugal) y el 6 de mayo, ya bajo la nueva dirección, se hizo público el plan de cierre antes de fin de año de la fábrica asturiana, la más pequeña del grupo en Europa.
Saint Gobain
Sólo nueve días después, el 15 de mayo, se supo que el fondo exigente Bluebell Capital –que había sido determinante en la destitución del dirigente de Danone– estaba ejerciendo toda su capacidad opositora en el seno de Saint Gobain, con demanda de cambios, venta o escisión de algunos negocios y priorización de la división de materiales de construcción.
El negocio de los parabrisas para la automoción, que representa la mitad de la producción de su factoría de Avilés, estaba bajo escrutinio por las dificultades de la industria automotriz, con caída de ventas por la pandemia de 2020, la crisis de suministros y falta de microprocesadores en 2021, y la perpetuación de la escasez de chips, la inflación elevada y la guerra de Ucrania en 2022.
El jueves, la compañía anunció el despido de 100 trabajadores en la división de parabrisas en España, el 40% de ellos en Avilés.
National Express
En 2011 National Express (NX), dueña de la asturiana Alsa desde 2005, se vio convulsionada por las demandas del agresivo fondo estadounidense Elliot Management, del millonario Paul Singer.
Tas hacerse con el mayor paquete accionarial del grupo británico de transporte de viajeros con sucesivas compras desde 2009, Singer reclamó la división del grupo, la venta de alguno de sus negocios y su fusión con un competidor. Aquella ofensiva se saldó con un pacto “in extremis” y la salida del inversor tras una negociación en la que se implicó el ovetense Jorge Cosmen, vicepresidente de NX y representante del mayor grupo accionarial hasta la llegada de Elliot. El consejo logró hacerse fuerte con el apoyo de otros accionistas, entre ellos tres grandes fondos no activistas, que vetaron los nombramientos de los tres consejeros que exigía Elliot.
El pulso, no obstante, entrañó cambios en NX: entre ellos, el nombramiento de un nuevo consejero delegado (Dean Finch) y la designación de uno de los consejeros que pretendía el grupo hostil.
Du Pont
El fondo disidente Third Point, que dirige Daniel Loeb, desencadenó un ataque en 2014 sobre la química estadounidense Dow Chemical y ese mismo año el también activista Trian Fund, de Nelson Peltz, hizo lo mismo sobre Du Pont. Ambos exigían cambios profundos en las compañías.
Dow Chemical pactó con Dan Loeb, que controlaba el 2,03%, y le concedió dos puestos en el consejo. Pero Du Pont, con un complejo fabril y de servicios en Tamón (Carreño), plantó cara al socio crítico, al que se le atribuía el 2,94% del capital. Peltz, que exigía la venta de activos y la división de la multinacional en dos compañías, entre otras reformas, fue derrotado en la junta general de accionistas de mayo de 2015 por un movimiento accionarial liderado por la presidenta y consejera delegada de Du Pont, Ellen Kullman.
Peltz siguió comprando acciones de Du Pont para reforzar su posición y Kullman fue destituida como máxima dirigente de la compañía en octubre de 2015. Dos meses después, su sustituto, Edward Breen, terminó pactando con Andrew Liveris, dirigente de Dow, la fusión de las dos multinacionales para segregar, acto seguido, la compañía resultante en tres empresas diferentes más especializadas que las dos de origen. El complejo de Tamón se dividió entre dos de esas compañías: Du Pont y Corteva. Parte de las pretensiones de los accionistas disidentes se materializaron.
EDP
Elliot Management, que había peleado contra NX, también se involucró entre 2018 y 2019 en la energética portuguesa EDP (sucesora en España de la antigua empresa asturiana Hidroeléctrica del Cantábrico) y reclamó que la multinacional abandonara las energías contaminantes, acelerara la apuesta por las renovables, emprendiera una estrategia de rotación de activos y abandonara Brasil. Salvo este último, buena parte de sus planteamientos están vivos en la compañía.
Su intervención fue decisiva para aglutinar al accionariado contra la oferta pública de adquisición (opa) que había lanzado el 12 de mayo de 2018 la compañía estatal China Tres Gargantas (mayor accionista de EDP desde 2011) con la pretensión de elevar su peso en el capital de la compañía lusa hasta el 100% y, en todo caso, por encima del 50%. La opa fracasó por el veto mayoritario, liderado por Elliot, a la pretensión del grupo chino de que se desblindaran los estatutos de la eléctrica para poder ejercer el control de la compañía si lograba hacerse con la mayoría accionarial.
Thyssenkrupp
El fondo sueco Cevian Capital, de Chister Gardell, y el estadounidense Elliot Management, de Paul Singer, también plantearon una ardua batalla en la compañía industrial alemana Thyssenkrupp. En su exigencia de cambios en la gestión, lograron la renuncia sucesiva en 2018 del presidente y del consejero delegado de la multinacional, y forzaron una estrategia de desinversión para generar recursos, sobre todo tras el veto europeo a la fusión de su área siderúrgica con la filial europea de la india Tata Steel. La división de ascensores, escaleras mecánicas, pasillos rodantes y pasarelas aeroportuarias (presente en Asturias) era más rentable que el conjunto de la multinacional, sometida a pérdidas en muchos de sus negocios (sobre todo, el del acero) y acusadas dificultades financieras. La presión de los activistas llevó a la venta de su mejor negocio en febrero de 2020 por 17.200 millones a un consorcio internacional formado por Advent, Cinven y RAG, que constituyó la sociedad TK Elevator.
Bayer y Nestlé
La química alemana Bayer, con una fábrica en Lada, y la empresa alimentaria suiza Nestlé, con factorías en Sevares y Gijón, también sufrieron en los últimos años las presiones internas de los fondos rebeldes pero estas tensiones no tuvieron repercusión en los centros productivos del Principado. Desde su entrada en Nestlé en 2017, el influyente fondo Thir Point, de Dan Loeb, defendió la continuidad del gigante helvético en los negocios de bebidas, salud, bienestar y nutrición (al que pertenecen las plantas asturianas), pero exigió desprenderse de actividades ajenas, como su participación en la empresa francesa de cosméticos y belleza L’Oreal. Nestlé redujo su peso en esta compañía el pasado diciembre. En Bayer, Elliot sugirió en 2018 dividir la compañía en dos sociedades diferentes: una, farmacéutica y otra, agroquímica.