COMUNICADO CSI
27/07/2022
Pasadas varias semanas, tocaba hacer una pequeña
valoración, con cierta perspectiva, del último conflicto. Se constató por todos
que la acción colectiva de movilizaciones, de manera ejemplar realizada, fue
determinante para que la empresa retirara el Expediente de 93 despidos en la
actividad de Sekurit que había presentado en las dos fábricas de Avilés y
Arbós.
Se puso de manifiesto —otra vez más— la condición de
clase de la plantilla que no se ha plegado a los intereses de esta esta empresa
con el daño social brutal que la codicia sin límite de Saint-Gobain quería
seguir produciendo. Si esta multinacional esperaba la docilidad o la silenciosa
resignación de los y las trabajadoras, ante tamaña medida de despedir
despiadadamente, se equivocaron.
La continuidad de esta acción reivindicativa se
expresó en la huelga convocada sin fisuras, en las contundentes
manifestaciones, en las permanentes protestas de la plantilla, en el apoyo
mayoritario de distintos colectivos y de las instituciones públicas que mostraron
el rechazo contra los despidos y a favor del futuro de los centros.
La capacidad ejercida para demostrar el malestar, la
rabia y la indignación contra los despidos pretendidos fue un ejercicio de
lucha que dio sentido y sustancia a nuestra reivindicación: la retirada de los
despidos.
Por otra parte, analizando el comportamiento y la
estrategia llevada a cabo por los gestores de la empresa en este conflicto, la
consideramos como pésima. Lo cierto es que algunos midieron mal, se pasaron de
frenada y se equivocaron fatalmente. Es incomprensible como actuaron de forma
tan abrupta, cuesta trabajo entender cómo dejaron que se paralizara
completamente la actividad de los dos centros de trabajo, con veinte días
completos y seguidos de huelga, sin ninguna respuesta lógica ni capacidad de
reacción. Pero es todavía más difícil de entender, cómo es posible que una
multinacional de este nivel, haya conseguido aunar un rechazo tan unánime de su
plantilla, de los medios de comunicación, de la clase política, de las
instituciones públicas y de la propia opinión pública. Una compañía que se
gasta ingentes cantidades de dinero en publicitarse y querer dar una imagen de
buenismo, de compromiso y de responsabilidad social, esa de la que hace tanta
gala cara al exterior, ha quedado dañada en muy poco tiempo y enfangada en el
peor de los descréditos.
A día de hoy, la empresa ni siquiera ha salido a dar
explicación alguna públicamente de los motivos de la retirada del Expediente de
Regulación de Empleo. Si salieron, por el contrario, cuando lo presentaron, con
nota de prensa incluida. Significa una gestión caótica de la situación,
consolida los desmanes existentes en esta empresa y es fiel reflejo de la
profunda crisis de valores que atraviesa esta compañía, donde a sus propios
trabajadores los considera adversarios y enemigos, susceptibles de exterminar.
De momento, han sustituido al director de la fábrica
de Arbós, pero es evidente que alguien con cierta responsabilidad y relevancia
en esta compañía, debería reflexionar, cambiar y recapacitar sobre lo sucedido.
Seguimos comprobando cómo en esta multinacional, existen personas en cargos
directivos capaces de arrastrarnos y hundirnos en el abismo, con escasa
destreza emocional hacia las personas trabajadoras.
Esperamos desde CSI, que la empresa no transite sobre
el discurso del miedo y no siga empleando la estrategia deliberada del chantaje
y la coacción, porque ahí nos tendrá otra vez enfrente. Ya les dijimos
insistentemente que aquí no sobra nadie y que otra forma de entender las
relaciones laborales y afrontar el futuro de los centros es posible. Confiamos
que lo hayan entendido y no sigan desbarrando.
La siguiente parada que tenemos es la continuidad del
proceso negociador del convenio colectivo que quedó paralizado. Convenio
colectivo, a través del cual, esperemos que seamos capaces de mejorar nuestras
condiciones de trabajo en esta empresa, acorde al tamaño y beneficios récord
que esta multinacional, año a año, viene obteniendo a costa de toda su
plantilla.
La mayor parte de los trabajadores
somos desechables, excepto si ejercemos nuestro derecho a existir y defendernos
mediante la acción colectiva