EL COMERCIO 10/07/2022
Con la huelga desconvocada, ayer volvió la actividad industrial a una fábrica prácticamente parada desde el 19 de junio
Veinte días a las puertas de la entrada a la fábrica de Saint-Gobain en La Maruca hacen mella. Se cansa el cuerpo y se machaca el ánimo de tanto hablar y dar vueltas a lo mismo, de sentirse a merced de lo que dicte la cúpula de un grupo industrial al que no le importan las familias, tan solo los números. Por eso la decisión de la empresa de retirar el expediente de regulación de empleo (ERE) sobre la división de Sekurit, que era la condición que ponían los sindicatos para desconvocar la huelga con la que habían contraatacado el anuncio del ERE y abrir una nueva mesa de negociación, fue recibida como un éxito. Y celebrada como tal.
Fue la válvula que permitió expulsar la tensión vivida en estas casi semanas de huelga, desde el domingo 19 de junio, y que permitió dejar de lado por un momento la certeza de que el proceso de reestructuración anunciado seguirá y seguramente dejará alguna víctima por el camino.
Quizás por eso los representantes sindicales que participaron en Madrid en las negociaciones trataban de contener la euforia. Saben que esto es solo un receso en un proceso que se avecina intenso y complicado. Creen, además, que todo lo negociado hasta ahora no sirve para vaticinar qué puede suceder cuando se abra esa nueva fase. El hecho de que retiraran el ERE el último día, en el que terminaba el plazo para llegar a un acuerdo antes de que el expediente se comenzara a aplicar, se considera cuanto menos calculado como gesto de buena voluntad.
Ayer tocó recuperar fuerzas y, en el caso de quienes ayer tenían que trabajar, reencontrarse con la actividad laboral a la espera de la asamblea informativa que tendrá lugar mañana lunes. Los trabajadores están al tanto de la situación, pero la comunicación de quienes han estado en el comité intercentros en Madrid sentados a la mesa con los representantes de Saint-Gobain les ofrecerá una radiografía más clara aún de lo que cabe esperar.
El anuncio inicial de ERE en Sekurit, que afecta a las plantas de Avilés y de Arbós (Tarragona), comenzó señalando a 93 operarios y rebajando la cifra casi a la mitad. Lo último puesto sobre la mesa habían sido 42 trabajadores, de los cuales veinte serían en Avilés, diecisiete en Arbós y cinco de los servicios centrales. Se ofrecían recolocaciones. Se llegó a hablar de las condiciones económicas para favorecer esta herramienta. Aunque, como se sabe, los sindicatos prefieren otras vías como las prejubilaciones, incluso a partir de los 59 años.
Todo está por ver. A pesar del convencimiento de algunos trabajadores de que la división de Sekurit tendría futuro si se invirtiera en ella y se redirigiera el negocio, lo cierto es que no parece que la multinacional francesa sea partidaria de esa vía. La instalación de fábricas en países con costes laborales muchos más bajos, aún a costa de la productividad, dan alguna pista. Son jugadas en un tablero internacional que no parecen alterase por las manifestaciones o concentraciones en esos lugares, aunque a veces dé esa impresión. Casos recientes como el de Alcoa, con otros ingredientes en juego, sirven ahora como ejemplo a una fábrica que nunca en sus sesenta años de historia en Avilés había encarado un futuro tan oscuro.
Saint-Gobain tiene la decisión de acometer cambios de calado y eso no parece ponerlo en duda nadie.